BURUNDI VISTO A TRAVÉS DE LOS OJOS DE UN NIÑO: PEQUEÑO PAÍS, DE GAËL FAYE



 


¿Qué sabe uno de Burundi? Nada. Avergonzado de su ignorancia supina, pues ha empezado a hojear una novela ubicada en dicho país, se dispone a aprender. La curiosidad aumenta página tras página, hasta llegar al final absolutamente demoledor.
Eso es lo que ocurre al adentrarse en Pequeño país, ópera prima novelística del cantautor de rap Gaël Faye (1982). Obra que ha obtenido premios tan importantes como el Prix du Roman FNAC y el Goncourt, ambos en 2016.
Esta breve y deslumbrante obra está narrada en primera persona por Gaby, un joven que recuerda su infancia en la natal Buyumbura durante los años noventa; época donde acude a la escuela, lleva una relación armoniosa con su hermana Ana, vive en contacto con la naturaleza y disfruta de hacer pequeñas fechorías con sus amigos.
Pero muy pronto se percata de la crueldad del mundo. Harta de ser discriminada, Yvonne, su madre, abandona el hogar. Ruandesa de etnia tutsi, no deja de ser percibida como una refugiada: “así me lo han hecho notar con sus insultos, sus insinuaciones, sus cuotas para extranjeros”. Michel, su esposo francés, alega: “Aquí somos unos privilegiados. Allí no seríamos nadie”.
Gaby atestigua enormes injusticias como la pérdida del modo de vida pigmeo “a causa de la modernidad, del progreso y de la evangelización”; las necesidades de los propios criados de la familia; la grotesca devaluación de la moneda en Zaire (Congo), donde vive un amigo de su padre.
Sufre al enterarse de que dos familiares maternos han decidido alistarse en el Frente Patriótico Ruandés, anhelando volver al terruño, tan oprimido e infeliz como ese Burundi donde llevan décadas refugiados…
Gaby, pese a que la política es un tabú en casa, descubre, escuchando furtivamente a los adultos, el peligro que acecha tras las primeras elecciones democráticas en el país. Así, al ser ultimado el presidente recién electo, entiende “que era una tradición poner música clásica cuando hay un golpe de Estado (…) aquel día, 21 de octubre de 1993, tuvimos derecho a El ocaso de los dioses de Wagner”.
El terror se ha instaurado. O más bien ha mostrado ampliamente sus fauces. Sin embargo, Gaby, empeñado en seguir siendo niño, continúa procurando a sus amiguitos, disfrutando el sabor de los mangos hurtados, ilusionándose con la compañía epistolar de Laure, una niña francesa, refugiándose en los libros que le facilita su vecina, la señora Economopoulos, con quien traba un vínculo inesperado; rehusándose a esa espiral de inagotable violencia en la que los amigos se tornan enemigos, enfermos de un odio irracional…  ¿Será posible, realmente, permanecer al margen cuando atentan contra lo más valioso para uno?
“Lidiábamos con la idea de morir en cualquier momento. La muerte no era ya una cosa lejana y abstracta. Vivir con esa lucidez termina por destruir el resquicio de infancia que llevas dentro”; “Si no existe un refugio en la tierra, ¿lo hay en alguna otra parte?”.
Según Valérie Trierweiler, de Paris Match, Faye “ha logrado escribir en pocas páginas una novela sobre la identidad, el miedo y la superación del mundo, una edad y uno mismo”; “Pequeño país es mucho más que una novela sobre la infancia. Y mucho mejor”.
El éxito de esta novela se ha visto reflejado, amén de los galardones recibidos, en más de 700 mil ejemplares vendidos y en su próxima traducción a 29 idiomas.

Elena Méndez

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Gaël Faye,

Pequeño país (Título original: Petit pays),

Traducción: José Manuel Fajardo,
Col. Narrativa,
Ediciones Salamandra,
Barcelona,
224 pp.
  


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