LA OTRA CARA DE DÍAZ: EL ÚLTIMO BRINDIS DE DON PORFIRIO. 1910: LOS FESTEJOS DEL CENTENARIO, DE RAFAEL TOVAR Y DE TERESA

Dentro de la Historia de México, si ha habido un personaje tan trascendental como polémico, éste ha sido Porfirio Díaz (Oaxaca de Juárez, 1830-París, 1915), de quien suele enfatizarse su lado negativo, soslayando los grandes avances que éste impulsó para el país durante su régimen, donde supo conservarse a lo largo de 30 años.

Rafael Tovar y de Teresa (Ciudad de México, 1954), reconocido historiador, en su más reciente libro, El último brindis de Don Porfirio. 1910: Los festejos del Centenario (Taurus/Fundación TV Azteca, 2010), elabora un esclarecedor ensayo sobre Díaz, quien era verdaderamente hábil para mostrar una imagen agradable que le permitiese continuar en el poder de manera indefinida. Para ello se valió, entre otros medios, de ocasiones tan propicias como el Centenario de la Independencia Mexicana, donde se igualó, incluso, al Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla, y al Benemérito de las Américas, Benito Juárez, buscando consagrarse como parte de una continuidad benéfica para la nación. Paradójicamente, esa oportunidad magistral sería la última para lucirse como tanto le gustaba, porque ese mismo año estallaría la Revolución que lo haría abandonar meses después no sólo la Presidencia, sino también el territorio nacional, al tenerse que exiliar en Francia, donde culminaría su longeva existencia, consagrada a la milicia y a la política.

La reflexión hecha por el autor resulta útil para comprender el legado que Díaz otorgó a México.

-¿Por qué le interesa tanto el periodo histórico del Porfiriato, al grado de consagrarle una novela, Paraíso es tu memoria, y el presente ensayo, El último brindis de Don Porfirio (…)?

El personaje Porfirio Díaz siempre me ha interesado por el impacto que tuvo en la Historia mexicana. Un hombre que fue decisivo en los siglos XIX y XX. 1910 es cuando se dan los primeros brotes revolucionarios, pero se nos olvida que también es el año en que culmina un régimen que gobernó a México durante tres décadas. Me interesaba saber cuál era el contexto internacional, nacional, social, en que se realizarían las conmemoraciones del Primer Centenario del Inicio de la Independencia, de modo que me concentré en un tema que todavía da para mucho, porque hay material disperso en toda la República en archivos públicos, privados, relaciones epistolares, memorias de la época, imágenes… muchos de esos documentos tuve oportunidad de consultarlos para hacer una crónica de su último año de gobierno, donde se dan las fiestas del Centenario.

- Sorprende conocer el afán conciliador de Díaz, ya que la idea de él que prevalece en los mexicanos es la de un político represor…

Él es un claroscuro. Aun cuando, efectivamente, era un hombre de mano dura, que tenía un control férreo sobre el país y los actores nacionales, también buscaba la conciliación, con profunda intuición y sensibilidad política; conocía quién era quién en cada uno de los contextos geográficos del país. Él busca no dejar a nadie fuera en las fiestas del Centenario; su afán conciliatorio gobernó la Comisión de dichas fiestas. Sus objetivos para 1910 eran proyectar a México en la comunidad internacional como un país digno y respetable, que podía recibir la inversión extranjera, para que no se siguiera concentrando esa relación en Estados Unidos; en Europa, ve a Francia, Inglaterra y Alemania; en el Extremo Oriente, ve a Japón. Mostrar que México tiene un camino de modernización, tras treinta años de paz pese a un siglo convulso. Restañar las heridas históricas, tanto al exterior, con los países que nos invadieron, Estados Unidos y Francia, como con el país del que nos independizamos, España, y también hacia adentro de la nación.

-Otro aspecto digno de destacarse es la manera en que éste sabía manejar su imagen y los ideales que buscaba promover…

Yo creo que su imagen la mostró muy atinadamente en 1910, porque no sólo se concentró en la ciudad de México, sino en todo el país. El propósito que tenía de mostrarse como una figura histórica de las más importantes, se ve en los objetos conmemorativos donde están Hidalgo, Juárez y él.

Una idea que ha permeado mucho en el imaginario colectivo mexicano es que las fiestas del Centenario se concentraron en pocos eventos para unos pocos: extranjeros, gente de etiqueta. Si bien esto ocurrió, también hubo muchísima obra pública en todo el país: 1,418, de beneficio social o de utilidad pública.

-Es bastante curioso que don Porfirio le haya otorgado tal relevancia a la figura de Juárez dentro del festejo del Centenario, pese a habérsele rebelado y, además, incurrido en lo que ocasionó la ruptura con él: haberse reelegido…

Él busca coser todas las heridas; ambos tienen problemas al final de la vida de Juárez, sobre todo cuando éste busca la reelección para 1872, el año de su muerte. Juárez representaba la lucha por la soberanía, la lucha antiintervencionista, el proyecto liberal y la parte masona. En 1906, le crea un gran mausoleo en San Fernando para celebrar el centenario de su nacimiento. Para 1910, inaugura el Hemiciclo a Juárez. Unos días después, hay un Te Deum organizado por un grupo privado, porque también le interesa tener una buena relación con los conservadores y la Iglesia.

Habrá una segunda ceremonia a principios de octubre para conmemorar la coronación de la Virgen de Guadalupe como Emperatriz de América. Es un clarísimo ejemplo de cómo él buscaba conciliar todo y erigirse en el gran personaje que puede armar ese gran rompecabezas que fue la Historia del siglo XIX mexicano.

- La apariencia de don Porfirio se transformó drásticamente conforme iba ganando poder: de ser un joven militar de marcados rasgos indígenas, al perpetuarse en su mandato cobró aspecto de káiser alemán...

Yo creo que en muy buena parte era la moda de la época… era un modelo cultural; hay varias fotografías de los emperadores: el austrohúngaro, el alemán, el ruso, el inglés, con uniformes militares; era un valor sustancial para la conducción de un país.

-Según usted, ¿en qué radicó que Díaz subestimara la fuerza de su rival, Francisco I. Madero?

Hay una entrevista que tiene en abril de 1910, donde se dice que afirma, después de platicar con Madero: “Este hombre está loquito”. Fue uno de sus grandes errores, porque estaba subestimando una fuerza opositora que ya era real en el país, en su aferramiento al poder; creía que no había un sucesor que pudiera manejar al país como él, que éste se iba a desmoronar.

- ¿A qué atribuiría que siga siendo tan vigente como en aquellos tiempos la antiquísima fórmula acuñada por Juvenal, “Panem et circenses” (“Pan y circo”), manifiesta sobre todo en los majestuosos festejos patrióticos que Díaz organizara y que el presente gobierno trató de emular – e incluso, superar-?

Creo que casi todos los regímenes se han regido por ese principio. En el caso de 1910, sí hubo circo, pero también pan y sobre todo, obras para el futuro, porque las 1,418 que se hicieron siguen ahí vivas. Probablemente no tienen la placa o no recordamos que se hicieron en esos años, pero después del día 15 –que, por cierto, también fue un festejo muy destacado- quedaron muchas cosas para México. Hubo una Revolución que estalla a los dos meses, que obliga a Díaz a renunciar y a exiliarse en mayo de 1911; pero creo que le quedó al país algo más que el puro festejo.

-La nostalgia que propios y extraños sintieron al ser derrocado el régimen porfirista, ¿sería comparable a la que algunos sienten ahora por el retorno del PRI a la Silla Presidencial?

No, yo creo que son dos cosas muy distintas, porque en aquella época era tan radical la pérdida de privilegios y, consiguientemente, de una situación material y social muy fuerte, sobre todo para las élites. En este país no vimos un cambio tan radical entre 2000 y 2001, cuando se pasa del PRI al PAN. Ahora habrá que ver las propuestas electorales para ver cuál es la que le conviene a México, que nos permita superar todos los problemas que en este momento tenemos.

Elena Méndez


FOTO: Mónica Cervantes

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