VIAGRAFÍA DE PLACERES Y DESVENTURAS: ENRIQUE SERNA

Enrique Serna (Ciudad de México, 1959) acaba de lanzar su novela La sangre erguida (Seix Barral, 2010), donde -con el humor negro que lo caracteriza- realiza una “viagrafía” de placeres y desventuras de tres personajes masculinos: Juan Luis Kerlow, un actor porno argentino que se jacta de dominar a su miembro viril; Bulmaro Díaz, un mecánico mexicano que abandona su apacible hogar en Veracruz, tras ser seducido por una cabaretera dominicana; y Ferrán Miralles, un contador español que jamás ha podido consumar una relación sexual, debido a un trauma juvenil. Estos singulares personajes coinciden en Barcelona; ahí, sus vidas sufrirán tremendos vuelcos que los enfrentarán a su recalcitrante machismo.

Mediante el uso de los diversos dialectos del español, el autor nos “hace oír” a esta tercia de varones y sus atribulados goces.

Sobre esta novela charlamos con el autor.

-Considero que su novela La sangre erguida es bastante audaz, no sólo porque en ella se hace una mordaz crítica al falocentrismo, sino porque, además, la escribe desde su condición de hombre…

No podía haberla escrito desde otra condición. Creo que el afán de convertir la virilidad y el rendimiento sexual en una cuestión de honor ha sido muy dañina para las mujeres, pero más aún para los hombres. Los hombres que se reúnen a echar un trago en una cantina cuentan siempre sus hazañas sexuales, sus conquistas, ufanándose por lo general de ser magníficos garañones. Pero nadie confiesa jamás haber tenido una disfunción eréctil, como si ese percance fuera una gravísima deshonra. Por eso yo quise explorar en esta novela el tema de la impotencia, y su paradójica relación con el donjuanismo. Esto me llevó a presentar también la otra cara de la moneda, la del marido mandilón que no se jacta de ninguna conquista extramatrimonial y a los ojos de sus amigos aparece como un idiota. Creo que la mayoría de los mandilones disfrutan la sumisión, porque están sexualmente subyugados, y por lo tanto felices. Ya no son dueños de sus penes, y han aceptado el despotismo de sus señoras porque los satisface ampliamente.

-Veo, asimismo, cómo se satiriza la voracidad del mercado, cuando se relega al actor porno en plena madurez; o se hace escarnio de su misterioso retiro durante un programa televisivo amarillista…

Juan Luis Kerlow, el actor porno argentino de mi novela, es una víctima y un instrumento de los mercaderes que explotan la frustración sexual. Yo no hago una condena moralista de la pornografía, la condeno en nombre del placer. Desde el punto de vista del hedonismo ateo, el deseo satisfecho es un bien, pero el deseo frustrado es un mal que puede tener consecuencias funestas: desde la amargura hasta los impulsos homicidas. Lo que a mí me disgusta de la pornografía y de las provocaciones sexuales con fines publicitarios es su irresponsable afán de exacerbar deseos que la mayoría de la gente no puede satisfacer.

-¿Estaría de acuerdo con lo afirmado en la contraportada, donde se define a su obra como una “tragicomedia erótica”?

Sí, estoy de acuerdo. Ferrán Miralles es un personaje trágico porque confunde el sexo con la voluntad de poder, pero Bulmaro Díaz y Juan Luis Kerlow son personajes de comedia. Una comedia de humor negro, pero comedia al fin.

-En la misma contraportada, se le llama a Barcelona –donde se desarrolla la historia- “una ciudad libertina de fachada conservadora”. ¿Esto vendría a ser una alegoría de la calidad moral de los personajes centrales de la obra?

La pequeña burguesía de Barcelona es una clase fanática de la decencia y el decoro, pero no hay ninguna otra ciudad en el mundo que tenga más burdeles por metro cuadrado (en España se llaman puticlubes). Esto indica que hay una doble moral muy extendida. Pero creo que muchos escritores catalanes han descrito a su propia sociedad de manera más corrosiva que yo y no pretendo aventajarlos en este punto, ni aspiro a reflejar en mi novela el alma de Barcelona, como lo han hecho los grandes novelistas catalanes, desde Mercé Rodoreda hasta Juan Marsé. En mi novela Barcelona sólo es un escenario, no un protagonista.

-Pese a los embrollos en que se ven inmersos sus protagonistas, ya sea por concederle demasiada importancia al miembro viril (caso de Juan Luis Kerlow, el actor porno argentino, y de Bulmaro Díaz, el mecánico mexicano) o por reprimir sus instintos (caso del contador español Ferrán Miralles), parecería que a final de cuentas (al menos, para uno de ellos) el verdadero amor sería su medio de redención…

-También Bulmaro Díaz es un personaje que busca la redención a través del amor. En cuanto a Juan Luis Kerlow, su problema no es que le conceda demasiada importancia a su miembro viril, sino que ha llegado a controlarlo a tal punto que se ha vuelto, como él mismo dice, un atleta del sexo, pero un paralítico del amor.

-¿No es un tanto hiperbólico (y por ende, inverosímil) que Ferrán pierda la virginidad hasta los 47 años?

Hay impotentes crónicos de todas las edades, y supongo que el advenimiento del viagra debe haber logrado que algunos de ellos perdieran la virginidad a una edad tardía.


-Un gran acierto de su novela es que nos revele la vulnerabilidad emocional a la que pueden llegar los varones…

Los hombres somos tan vulnerables como las mujeres, pero nos esmeramos en ocultarlo. Creo que el machismo nos ha perjudicado muchísimo, porque los hombres nunca hablamos confiada y sinceramente de nuestros problemas sexuales con otros amigos. Ese tema es tabú en las charlas entre varones. En cambio las mujeres tienen más facilidad para hablar de sus intimidades. En esta novela yo quise mostrar los estragos que el orgullo viril puede ocasionar en la psicología masculina, y cómo nos perjudica la jactancia fanfarrona, el donjuanismo estúpido, la falta de sinceridad y de humildad para reconocer que ningún hombre es un amante infalible.

-Usted cierra su ensayo “Una metafísica de la erección” (bastante pertinente para entender mejor su novela) aseverando lo siguiente: “Si por un momento la industria del deseo dejara de agobiarnos con tentaciones, quizás el pene pudiera volver a ser un sano juguete de las fuerzas malignas que siempre lo dominaron”… Infiero, entonces, que usted percibe una sobreexplotación de la sexualidad…

Percibo una sobreexplotación del deseo frustrado. El Periférico está lleno de espectaculares con modelos semidesnudas, a cualquier hora podemos ver en internet mujeres que se masturban frente a una webcam, los cuerpos perfectos exhibidos en las portadas de las revistas compiten por llamar la atención de los peatones que pasan frente a los kioscos, pero toda la energía libidinal provocada por esos espectáculos difícilmente puede traducirse en felicidad o satisfacción. Esto me parece patético, y por eso quise que en mi novela Juan Luis Kerlow hiciera un salto del cine porno al romanticismo. Yo creo que la humanidad necesita recuperar la dimensión espiritual del deseo para oponerle un contrapeso a esta nefasta manipulación.

-¿Por qué le interesa tanto la doble moral como tema literario?

Porque es una fuente de infelicidad y me gustaría erradicarla.

-¿A qué atribuye que la pornografía siga siendo negocio, aun con el libertinaje que prolifera en nuestra sociedad?

Lo atribuyo a la fascinación que ejerce el voyeurismo sobre millones de seres. Además, el libertinaje sexual es una fiesta de la que muchas personas quedan excluidas, y a ellas les toca como premio de consolación excitarse con el espectáculo de los placeres que no pueden alcanzar.

-¿Qué tan machista sigue siendo la sociedad hispanoamericana, según usted?

Tremendamente machista. No hay que olvidar que España exportó al mundo el arquetipo del don Juan, un conquistador que en realidad no desea a las mujeres, sino en realidad quiere humillarlas y deshonrarlas en público. Esa mentalidad sigue vigente en todos nuestros países. Pero yo creo que el machismo perjudica, principalmente, a los propios hombres.


FOTO: CORTESÍA PLANETA

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