Federico Traeger
nació en la Ciudad de México, donde estudió Ciencias y Técnicas de la
Información. Radica en Houston, Texas, donde labora como publicista. Ha escrito
un par de cuentarios: Epidemia de comas
y El día del Informe.
Incursionó
exitosamente en el género novelístico junto a Beatriz Rivas con Amores adúlteros, en 2010, y Amores adúlteros… el final, en 2012,
ambos editados por Alfaguara. Ese mismo año lanzó con ella, en Planeta, el
libro de aforismos Lo que no mata enamora.
Su más reciente
novela, Haz el amor y no la cama
(Alfaguara, 2013), plantea un enredo amoroso entre la autora motivacional
Martha Marmolejo, su esposo-artífice, Daniel Bruno, y el amante de la afamada
escritora, Iván, un negro literario.
El libro se lee rápido,
pero su ligereza es sólo aparente. Una tristeza profunda vuelve cínico a Iván,
“un simple gigoló vestido de palabras”, que trastorna la vida de Martha, volviéndola
un torbellino de poder y deseo.
Sobre esta novela
se habla en la presente entrevista.
-Tengo entendido que se inspiró en la figura de la autora
motivacional Gaby Vargas para crear a su personaje Martha Marmolejo…
Estaba en la feria
del libro de Monterrey, cuando vi una foto gigante de Gaby Vargas. Me
impactaron su belleza y la mirada convencida, profesional, triunfadora. Ignoraba
quién era ella. Alguien me comentó que es una escritora motivacional muy
exitosa. En ese instante, sentí la historia en la punta de los dedos y todo
empezó a funcionar de tal modo que las “coincidencias” circulaban de la
realidad a la ficción y viceversa.
-Plantear a Martha como ‘cougar’, ¿obedece a
cierta moda editorial, donde se ensalza el empoderamiento –real o supuesto- de
la mujer?
Simplemente imaginé
a Martha como una mujer abierta a un cambio en su vida. A dejar de vivir al
servicio de su propia imagen y ser su propia empresaria. A soltarse el pelo,
deslizarse las panties. Obviamente, al ser una señora triunfadora, el poder es
un condimento importante en su personaje, en todas sus facetas.
-¿Lo erótico implica siempre una lucha de poder, como aquí se
alegoriza mediante la relación entre Martha e Iván?
Lo erótico, creo,
es una necesidad de expresar la intimidad: lo atrevido, lo genuino, lo libre,
lo vulnerable. El erotismo en pareja también se nutre en los juegos de poder;
quién está encima de quién, quién decide cómo y cuándo, quién está a cargo de
las sensaciones, de los sentimientos, quien domina y quién disfruta o padece
que le dominen. En esa tensión se estiran al máximo y se liberan los goces. Y
lo erótico también responde a la triste y heroica necesidad de hacerse
inolvidable.
-Martha e Iván subvierten los roles de género:
mientras Iván se vuelve un ‘poder tras el trono’, Martha es –o aparenta ser-
quien lleva la voz cantante…
Así es. Me atrajo
mucho la idea de echar a andar una farsa profesional; tú me pagas para que te
escriba tus libros, te provea de tu retórica, te arme, palabra a palabra, tu
renacimiento y recibes a cambio el triunfo, las luces, el aplauso. Y lo lindo
de las farsas es que lo son desde la piel hasta el tuétano; me gustó sentir que
disecaba la falsedad, que me adentraba a un mundo en el que todos pretenden ser
algo que en realidad no son, y no solo a nivel profesional, sino también a
nivel emocional.
-Sorprende que se plantee a Iván como el
capaz de sentir un verdadero amor, no así a Martha, cuya pulcritud asfixiante
es una metáfora de su asepsia emocional…
Claro. Martha
necesita salir de su castillo, al igual que las chavas a quienes les urge salir
de sus casas y por eso cometen el matrimonio, y eso, desde luego, no es amor.
Lo de Martha es una necesidad de reinventarse. En cambio Iván sabe que se
enamora de Nadejda en el momento en el que ella se quita los lentes oscuros.
Iván es un gozón de tiempo completo y pueden entrar y salir mujeres de sus
sábanas, pero lo que siente por Nadejda, es un amor puro que se manifiesta en
todo lo que ve, toca, huele… un amor que renueva los sentidos y nos da la
bienvenida al mundo en cada momento.
-¿Podría decirse que Martha padece síndrome de Estocolmo ante su
‘creador’ y cónyuge, Daniel Bruno?
Es verdad. El
vínculo afectivo de Martha hacia Daniel está basado en la complicidad creada
dentro de una relación donde ella es casi un objeto y Daniel su secuestrador
generoso. ¿Cuántas relaciones aparentemente felices funcionarán así?
-Hay un interesante trasfondo acerca del
karma: engañar y ser engañado, desplazar y ser desplazado…
Coger y ser cogido.
Omitir y ser omitido. Usar y ser usado. También está el karma de contar y ser
contado, escribir y ser escrito, desear y ser deseado. Calculo que estos giros kármicos
dictan en gran medida el ritmo de la novela.
-El fenecido literato Federico Campbell
decía: “Hay quien cree que el yo más profundo del escritor es el que se
manifiesta a la hora de escribir”. ¿Usted considera que, efectivamente, éste
queda de manifiesto?
Creo que por lo
menos las obsesiones que reptan en el fondo más oscuro del escritor salen a la
luz.
Con esta novela,
salieron algunas obsesiones tales como la falsedad, la traición, la crueldad;
algunos impulsos, tales como el erotismo, la amistad; y algunos gustitos
personales, tales como desnudar a una mujer, abordar el sexo desde distintos
cuerpos, ir al mar, viajar a la cuna de Los Beatles, ver cómo nacen las
tortugas marinas, hacerle burla a un viejo mamón, dejarse lamer por un perro y
volver a tener quince años para verle las nalgas a una secretaria.
Elena Méndez
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http://www.siempre.com.mx/2014/06/deletrear-el-placer/
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