Paul Auster (Newark, 1947) y
John Maxwell Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) tienen una narrativa poderosa que incluso
se ha llevado al cine. Han sido galardonados con algunos de los premios
literarios más codiciados en el orbe: Auster con el Príncipe de Asturias, en 2006;
y Coetzee con el Nobel, en 2003.
Su correspondencia se compila en
Aquí y ahora (Anagrama/Mondadori,
2012), donde se reúnen 79 cartas que se enviaron entre 2008 y 2011.
El sudafricano inicia el
epistolario reflexionando sobre la amistad: “(…) no tenemos nada claro por qué
la gente traba amistad y la conserva” (p. 7). A lo que el norteamericano
responde: “Las mejores amistades, las más duraderas, se basan en la admiración
(p. 12)”.
Ellos pueden hablar de
cualquier tema, ya sea aparentemente trivial, como el deporte, al que otorgan
un sentido épico, en cuanto al heroísmo del jugador; y filosófico, por su valor
ético y estético.
Pero también meditan sobre tabúes,
como el incesto, al que Auster dedicó su libro Invisible; o asuntos de interés público, como la crisis económica,
el conflicto del Medio Oriente y hasta la acusación de antisemitismo que una ofendida
lectora inglesa lanzó contra Coetzee.
John, tras leer el manuscrito
de la citada novela, asegura que “no será acogida con gritos de escándalo, lo
cual confirmará mi idea de que el sexo entre hermano y hermana es aceptable, o
por lo menos lo es hablar y escribir sobre el tema” (p. 60).
Auster sostiene que la crisis
“únicamente se acabará cuando se disipe el pánico (…)” (p. 30); mientras que el
Nobel cita un lúcido comentario del magnate y filántropo George Soros: “El
rasgo más sobresaliente de la actual crisis financiera es que no la ha causado
un trauma externo… La crisis la ha generado el sistema mismo” (p. 53).
Sobre el conflicto de Medio
Oriente, asevera Paul: “Se respalde o no el sionismo, se crea o no en la lógica
de un Estado laico fundado por los miembros de una sola religión, Israel es un
hecho, y su destrucción causaría un daño irreparable a casi todos los
habitantes del planeta” (p. 150). Coetzee, no sin antes confesar su resquemor
hacia el asunto, declara: “Debido a que a mí se me considera de izquierdas, se
me pide a menudo que firme peticiones en defensa de los palestinos y que apoye
en general su causa (…) tengo los sentimientos divididos sobre Israel y
Palestina” (p. 157).
En cuanto a la acusación de la
lectora, Paul sugiere a John: “No hagas nada; o haz algo. Es decir, no hagas
caso de la estúpida carta y no pienses más en ello” (…) “Mi típica respuesta es
arrugarlas y tirarlas a la papelera” (p. 104).
Otros momentos interesantes del
epistolario son, entre otros: cuando disertan acerca de la lengua materna. Como
declara Coetzee, tras leer a Derrida: “muchos escritores e intelectuales tienen
una relación distante o interrogativa con el idioma en el que hablan o
escriben, (…) de hecho referirse al idioma que uno usa como lengua materna (langue maternelle) es algo que ha
quedado claramente desfasado” (p. 73). Paul responde: “Uno está tan imbuido en
su propia lengua (…) que a cualquiera que no hable como uno se le considera un
bárbaro”. Y el sudafricano zanja la cuestión, aseverando: “(…) es posible tener
un primer idioma y sin embargo no sentirse del todo cómodo con él: es, por así
decirlo, tu lengua primaria, pero no tu lengua materna” (p. 79).
También destacan: la positiva opinión
de Auster sobre el filme basado en Desgracia;
su pasmo ante la impostura de Tomasso Debenedetti. Paul se pregunta airado:
“¿Por qué se tomaría alguien la molestia de inventar encuentros con escritores,
que, como sabemos, son la gente menos importante del mundo?” (p. 149). Y esto
no es falsa modestia. Aquí, tanto Auster como Coetzee, se manifiestan
plenamente humanos, nunca pretenciosos. En ello radica su grandeza.
Elena Méndez
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Paul Auster y J.M. Coetzee,
Aquí y ahora. Cartas 2008-2011
(Título original: Here and now),
Traducción: Benito Gómez y Javier Calvo,
Anagrama/Mondadori,
México, 2012.
http://www.siempre.com.mx/2013/06/amistad-epistolar/
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