INSTANTES ETERNOS: RETRATOS EN EL TIEMPO, DE CARLOS FUENTES Y CARLOS FUENTES LEMUS



Carlos Fuentes no sólo fue un gran escritor y un acertado diplomático, sino también alguien que sabía valorar la amistad. El respeto, la mutua admiración y la complicidad creativa con sus afectos resultan un deleite para el lector que acude a las páginas de Retratos en el tiempo (Alfaguara, 2012), libro de semblanzas, hecho en colaboración con su hijo Carlos Fuentes Lemus, malogrado joven cuyo talento artístico abarcaba la poesía, la pintura y la fotografía.
El volumen, que se publicó originalmente en 1998, posee un formato similar al de los catálogos de arte. Contiene 25 semblanzas de personajes célebres, retratados espléndidamente en blanco y negro entre 1988 y 1992.
Tomás Eloy Martínez asevera en su elogioso prólogo: “(…) el padre y el hijo repiten la realidad cada cual a su manera, recuperan ese pasado-en-sí con el que tanto soñaba Proust, y convierten la experiencia fugaz de tener este libro entre las manos en una ceremonia inolvidable, hecha de amor, de felicidad y belleza” (p. 15).
La semblanza inaugural es la dedicada a Gabriel García Márquez, a quien el mexicano se le adelantó en el camino a la eternidad. Con él, compartió experiencias en el guionismo cinematográfico, la prohibición gubernamental para viajar a Estados Unidos, el rescate de un personaje extraviado e innumerables corridos interpretados al alimón.
Sobre Harold Pinter, apunta: “Vivimos en un mundo que teme al Otro. Pinter radicaliza esta situación. No hay Otro más temible, intruso, que el extranjero que llevamos dentro, el Otro de nuestra propia sociedad, de nuestra propia familia, de nuestra propia intimidad (…)” (p. 51).
También hay presencias fugaces, como al toparse en Frankfurt con el insuperable boxeador Muhammad Ali: “El tamaño, la fuerza, el poder de este hombre, en un encuentro tan accidental y breve, me resultan hasta el día de hoy impresionantes”. Mientras que al pugilista lo que le deslumbró del autor y sus acompañantes fue su porte elegante, que Fuentes justificó alegando: “Es que somos mexicanos” (p. 57).
A Lola Beltrán, a quien conoció en un festejo del pintor José Luis Cuevas, la contempló: “Con los ojos cerrados, perdida en su canción, perdida por su canción como si en vez de cantar, soñara”. Sin que ella supiera en esa ensoñación musical que “en las lúgubres fábricas de la industria pesada en Nowa Huta, Polonia, o en Bratislava, Eslovaquia, los sistemas de altoparlantes tocaban todo el día Cucurrucucú Paloma (…), para aliviar el tedio de los obreros. Nadie sabe para quién canta” (p. 61).
De la Primera Dama norteamericana Jacqueline Kennedy, asegura que en ella: “(…) el silencio era un atributo del interés y del afecto: yo no he conocido a una mujer que preste una atención mayor a lo que dice un hombre”.
Afirma acerca de Susan Sontag: “Su inteligencia no sólo me deslumbró. Me intimidó. (…) Rara vez me sucede que no me atreva a decir palabra por temor a externar una estupidez. Susan me paraliza en este sentido” (p. 95).
Del Nobel alemán Günter Grass refiere que su ópera prima, El tambor de hojalata, era una lectura vedada al público infantil. “Qué ironía; un libro visto por un niño, Oscar Matzerath, es prohibido para todos los demás niños (…) ¿Qué vio ese niño que se niega a crecer? Vio a un país, Alemania, pero lo vio como ese país no quería ser visto (…) El niño vio que el nazismo no fue un misterio, no ocurrió de noche. Ocurrió de día y todo el mundo lo sabía” (p. 124).
El libro cierra con unas líneas dedicadas a la encantadora actriz Audrey Hepburn, de quien tanto el Fuentes mayor como el joven estuvieron eternamente enamorados: “(…) permanece siempre en el plano ideal, enamorada sin tiempo, perfección encarnada, deseo inalcanzable y puro.” Más aún, considera que poseía “la gracia de un hada”. (p. 137).
Retratos en el tiempo: Una nostalgia gozosa, compuesta por instantes eternos.

Elena Méndez

___

Carlos Fuentes (texto) y Carlos Fuentes Lemus (fotografías),
Retratos en el tiempo,
Alfaguara,
México, 2012,
144 pp.
 

Comentários