Ana Clavel (Ciudad de México,
1961) es la más notable narradora mexicana actual. Ha obtenido, entre otros
reconocimientos, el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen –en la
categoría de Cuento- en 1991, por su libro Amorosos
de atar; y el Premio de Novela Corta Juan Rulfo, otorgado por Radio Francia
Internacional, en el 2005, con Las
violetas son flores del deseo.
Sus relatos han sido traducidos
al inglés, portugués, italiano, árabe, húngaro y alemán.
Este año, Clavel ofrece a sus
lectores Amor y otros suicidios, un
inquietante volumen de cuentos publicado por Ediciones B.
En él, se recopila el trabajo
de tres décadas en dicho género. La mayoría de los textos han aparecido en
antologías, aunque también se incluyen inéditos.
La autora transita de la
minificción al cuento de largo aliento, con tramas donde predomina la temática
amorosa y sus insospechados vericuetos, que en ocasiones tornan fantástica la
historia.
De este apasionante volumen,
que aspira a contribuir a una renovada “ritualización del deseo” en la
sociedad, se habla en la siguiente entrevista.
-Creo
detectar en su libro varias constantes. Una de ellas sería la homosexualidad
encubierta, como en los relatos “Tu bella boca rojo carmesí”, “Su verdadero amor” y “Cuando María mire el mar”. ¿Por qué el interés en dicha temática?
Siempre
me ha preocupado una suerte de mirada oblicua que permita mostrar otros
entretelones de las relaciones más entrañadas, aunque no forzosamente sean
entre parejas. Creo que el amor es un ingrediente constante en las relaciones
humanas y no forzosamente tiene que estar relacionado con la sexualidad.
En
el caso del primer cuento, más que un homosexual agazapado, es en realidad un
travesti. La historia está basada en un amigo heterosexual al que le gustaba
vestirse de mujer y que no obstante, no era homosexual. Había una fascinación y
un placer en la imitación de la madre e imaginarse deseado por los otros… Y lo
veías y era guapísimo. Es una cuestión gozosa de disfrutarte en otras
posibilidades, sin tener que llevar al límite las cosas. En el caso del
personaje, no sabemos más que ese acto de travestimiento.
En
el segundo, no hay nada que pruebe que en realidad “se consumó el delito…”. Ese
cuento es un homenaje a García Márquez, un mundo rural, donde los valores y
cargas morales son muy marcadas, el sentido del honor puede llevar al
asesinato, como en Crónica de una muerte
anunciada.
Va
dedicado a la señora Reyna Velázquez, porque en realidad ella fue quien me
contó esa historia. Ella es la madre de un amigo. Esa historia sucedió en
Veracruz, el núcleo, de que habían desposado a la más bonita y a la hora de la
hora lo suplanta el otro amor…
Y
respecto al tercero, en que se suscita una experiencia lésbica entre María, la
mujer embarazada, y su amiga… Yo tengo un hijo de 22 años, Pablo, y cuando
estaba embarazada, sentía un estallido hormonal; te tocan la piel y casi tienes
un orgasmo. Me pareció interesante que en un momento, recordando esta idea de
Freud, pertenecemos a un universo de bisexualidad hasta que se nos imponen
reguladores sociales.
En
Cuerpo náufrago, mi novela sobre
metamorfosis del género, yo planteaba, cuando Antonia –la protagonista- se
vuelve hombre y se relaciona primero con un hombre y después con una mujer:
“Bueno, ¿y quién es solamente hombre en el cuerpo de un hombre y quién es
solamente mujer en el cuerpo de una mujer?” aludiendo, precisamente, a que más
allá de la armadura corpórea que te puede constreñir, hay más apetencias;
marejadas que te llevan más allá de ti mismo. Y en ese sentido sí hubo una
indagación para percatarse de que de pronto la identidad no es un traje hecho
sobre medida, sino que tiene que ver más bien con lo que en un momento
determinado te habita a nivel del deseo. El deseo es el que te da la identidad.
-Otro
leitmotiv presente en su obra es el re-descubrimiento del placer, como en
“Después del paraíso”…
No
me resulta tan importante la cuestión de re-descubrir el placer, cuanto la
posibilidad de abrirte a tu deseo, no obstante todas las cárceles de la razón,
de lo social, que pueden impedirte acercarte a él.
En
ese cuento, a través de un motivo sencillísimo, como es el de encontrarse un
globo azul en la calle, se da con la metáfora de lo que ha ido perdiendo el
personaje. Y de pronto eso coincide con la llamada del primo, para que ella se
abra a un deseo largamente añorado y postergado. Por eso ella no sabe qué va a
pasar después…
-¿Debido
a qué se relaciona en estos cuentos el anhelo de salir de la rutina mediante la
transgresión –por citar alguno, “En un vagón del metro Utopía”-?
Es
como una necesidad de encontrar esos momentos para romper el infierno de la
repetición y encontrar un camino auténtico para los personajes. Creo que eso,
como seres humanos, nos hace falta, porque estamos inmersos en un oleaje de apariencias,
del deber ser, que nos perdemos del ser auténtico.
-Me
parece que la influencia cortazariana en usted resulta evidente cuando aborda
el tópico de la otredad, como en “Una advertencia y tres
mensajes en el mismo correo…”
Cortázar
es un autor al que yo reverencio. Me parece un portento en sus historias, su
sutileza, su capacidad de juego, en esas alteridades. Es tan inteligente y a la
vez tan poético… lo empecé a leer a los 18 años y no lo he soltado. ¡Ojalá
tenga influencia de Cortázar!
-¿Cómo
surge esa especie de ‘travestismo literario’ al asumir una voz narrativa varonil
-pienso, por ejemplo, en “Ramillete de violetas”, germen de su aclamada novela Las violetas son flores del deseo-?
El
asunto de la voz travestida en primera persona es un reto al que como escritor debes
aventarte, porque trabajas en terrenos de imaginación, y si tienes un personaje
en una situación dada, te interesa encarnarlo hasta las últimas consecuencias.
Y una de las maneras de encarnarlo es la primera persona narrativa.
-¿Cómo
se manifestaría en su literatura la influencia de la extinta narradora
sinaloense Inés Arredondo?
Una
de las lecturas que más me impresionaron cuando yo estaba en la carrera, fue el
libro de cuentos de La señal. “Estío”
fue el que más me marcó.
Lo
de Inés Arredondo no me lo pasó ningún maestro, sino mi amigo que se travestía. Había un puesto afuera de la Facultad de
Letras y me dijo: “Mira, esa escritora es muy buena…”
En
“Estío” hay una capacidad de hurgar en la sensibilidad y en el alma del personaje
que a mí me dejó trastornada. De hecho, si me pongo a pensarlo, mucho de lo que
yo hago fue por esa lectura inicial.
Me
interesa de Arredondo cómo se abre a los deseos de los personajes, porque en
realidad no sé qué tan transgresora llega a ser ella, pero ella revela esos
mundos.
Me
parece importante que ahí se plantee la posibilidad y asumas las consecuencias
de llevarla a cabo o no. En el caso de la protagonista, sí se lo plantea, se
abre a su deseo. Y de pronto decide que no lo quiere llevar a cabo por las razones que tiene. Eso también pasa
con Julián, mi personaje de Las violetas
-el padre de la niña-. Él se abre a su deseo en los terrenos de la imaginación,
de la fantasía y de la sublimación, que son las muñecas. Pero no consuma su
deseo. Entonces no es tanto la transgresión en sí, sino lo que en un momento
dado estás dispuesto a enfrentar. En el momento en que tú te enfrentas, aceptas
y decides sobre tus deseos, entonces te liberas, aunque no los consumas. El
personaje decide desde sus limitaciones y prejuicios, pero eso lo convierte en
un ser más libre y más pleno.
Eso
se relaciona con la llamada “ritualización del deseo”… los rituales de
Dionisio. En vez de pasártela en la transgresión todo el tiempo, lo haces sólo
en los momentos simbólicos. Ese sentido de “ritualización del deseo” lo hemos
perdido… La aspiración de ponernos muy puritanos no tiene que ver con las
pulsiones que están detrás. Y hay muchas complejidades que no se pueden quitar.
Por eso hay crímenes tan violentos, porque a nivel social no hay manera de
escape.
Si
en un momento dado, uno pudiera pensar a propósito de las intenciones de armar
estos cuentos, lo que me atraería sería mostrar a través de ellos la
posibilidad de la imaginación, de una búsqueda más personal, de una “ritualización
del deseo” más auténtica. No generalizada, no estandarizada por los medios ni
por los grandes monopolios…
He
descubierto que en la indagación del deseo que realiza Arredondo, se origina la
manera en que trabajo el erotismo, en cuanto al conocimiento de los personajes
y su relación con el mundo.
Elena Méndez
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