CONQUISTADOR DESMITIFICADO: CORTÉS, DE CHRISTIAN DUVERGER


Hernán Cortés (Medellín, 1485-Castilleja de la Cuesta, 1547) es una figura polémica donde las haya. Maquiavélico en el mejor sentido, habría de ser trascendental para la historia de México, al emprender su Conquista en 1519, tras un azaroso periplo por las islas antillanas La Española (hoy República Dominicana) y Cuba. En la primera participaría en las guerras de pacificación, mientras que en la segunda fungiría como secretario del gobernador, Diego Velázquez, y posteriormente como alcalde de Santiago.

Hombre de abolengo y gran cultura –cualidades que llevó con modestia- ha sido biografiado espléndidamente por el historiador Christian Duverger (Burdeos, 1948), en su libro Cortés (Editorial Taurus, 2011).

Originalmente vertida al español en 2005, esta obra está redactada en un tono laudatorio; por ello, el autor se ha visto obligado a declarar que no es descendiente del extremeño, dadas las suspicacias que tal apología ha levantado.

Duverger hace hincapié en desmitificar ciertos pasajes de la vida del conquistador español, en los cuales se ha insistido bastante. Así, aclara que éste no ordenó quemar sus naves para forzar a su ejército a permanecer en territorio mexicano, sino que optó por hundirlas.

Por otro lado, era enemigo de la barbarie; antes bien procuraba ser conciliador, lo cual contrariaron sus subordinados con resultados desastrosos, como la matanza del Templo Mayor, encabezada por Pánfilo de Narváez en 1520, quien atacó a traición a una multitud indígena mientras efectuaba un ritual religioso que consideró amenazante.

Otro dato que se precisa es que Cortés no se amancebó desde un principio con la Malinche –la tan denostada princesa de Coatzacoalco-, sino que la entregó a su compañero Alonso Hernández Portocarrero, para luego recuperarla, cautivado por su inteligencia y singular belleza. Asimismo, ella tampoco fue su primera compañera indígena; había cohabitado en Cuba con una nativa a quien se bautizó como Leonor Pizarro, madre de su hija Catalina. Pero legalmente se casaría en la isla con Catalina Xuárez, forzado por su superior, Velázquez, con quien negoció fuese el padrino de la pequeña.

Las diversas uniones que Cortés tuviera a lo largo de su vida, sobre todo con las citadas aborígenes, así como con la descendiente de Moctezuma, Isabel Tecuichpo (quien le fuera encargada personalmente por el tlatoani), obedecían no sólo a su gran gusto por las mujeres o a sus estratégicas alianzas matrimoniales; se explicaban también por su afán de integrarse a la cultura de los dominados, donde la poligamia se relacionaba con el poder.

El Conquistador, sumamente hábil para salir airoso de innumerables calumnias, complots y sublevaciones, sabía imponer su autoridad, según se requiriera: ora perdonaba, ora impartía castigos ejemplares a insurrectos y rivales.

El impulso que le dio al mestizaje obedecía a la admiración que le provocaba la majestuosidad de las culturas ya existentes, de las cuales supo aprovechar todo cuanto le parecía útil.

Más que un brillante político o un valeroso guerrero, Duverger considera a su biografiado como un empresario, que supo incursionar con éxito en la agricultura, ganadería, elaboración de materia prima para textiles (lana, seda) y la exploración marítima, por supuesto.

Otro aporte interesante del autor es que la identificación que se hizo entre el mito del dios Quetzalcóatl y el arribo del Conquistador a tierras mexicanas, urdida ingeniosamente por los franciscanos cuando éste último ya había muerto y pretendía legitimarse el origen criollo.

Pero acaso el dato más curioso sea el siguiente: “No existe un retrato confiable de Cortés” (p. 480). ¿Desdén a la autoglorificación o apego a las supersticiones prehispánicas? Que el lector juzgue.

Elena Méndez


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Christian Duverger,

Cortés,

Traducción: Elian Cazenave Tapie, María Palomar y el autor,

Prólogo: José Luis Martínez,

Fotografías: Michel Zabé,

Col. Memorias y Biografías,

Editorial Taurus,

México, 2010,

504 pp.

http://www.siempre.com.mx/2011/06/conquistador-desmitificado/



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