MORTAJA DE RECUERDOS: DUELO DE NOCHE, DE MARÍA ANTONIETA MENDÍVIL


María Antonieta Mendívil (Cajeme, 1971) es una escritora que ha incursionado con igual fortuna en la poesía y en la narrativa. Debutó en este último género con la novela Otros tiempos (2000), obra de ficción especulativa; una alegoría de la censura y el exilio, en un ambiente opresor donde la poesía queda proscrita.

Con su segunda novela, Duelo de noche, la autora retoma la premisa que se planteara en la anterior: “utilizar el lenguaje como tabú”.

Duelo de noche aborda la historia de dos mujeres: Concepción (Concha), la madre; y Sara, la hija. La primera es un ama de casa desahuciada por el cáncer. La segunda es una joven médica, que ha pactado con ella no inyectarle morfina. “Quiero sentir el dolor, Sara, lo conozco, no me asusta; quiero ofrecer este sufrimiento por mis padres, por los niños del mundo que crecen sin amor, por la gente que sufre sola” (p. 37), le suplica.

La novela está narrada mediante lo no dicho; el lector accede alternativamente al monólogo interior de Concha y Sara, quienes temen confesar lo más íntimo de sí mismas aun ante la postrer agonía de la primera.

Entre ambas tejen, sin saberlo, una mortaja de recuerdos, al repasar sus vidas, tan distintas entre sí: una ha sido amorosa al grado de ser considerada sobreprotectora por la otra, quien es fría, distante. Sin embargo, tienen algo en común, más allá de la sangre: el miedo, ese miedo que las inunda cotidianamente. Miedo al abandono, a la miseria, a la muerte, a revelar aquellos secretos que lastiman tanto…

Concha, de origen muy humilde, es una de las cinco hijas de un matrimonio sin amor. Su madre, Delia, fue vendida siendo casi niña a don Rafael Jimeno, un hombre de abolengo, quien es desheredado a causa de esto.

Las carencias afectivas y materiales de las pequeñas resultan harto desgarradoras, sin embargo, ellas mantienen la ilusión de superarse y ser felices, aun en medio del mutuo desprecio entre sus progenitores, quienes suelen agredirse física y verbalmente, dada su relación enfermiza.

La infancia de Sara, aun cuando no sufre tantas estrecheces económicas, también resulta trágica: vive sintiéndose culpable de haber deseado siempre ser huérfana, de sentir rechazo ante la obligación de proteger a su hermana menor, Marijose, cuya muerte accidental siente como un castigo a su egoísmo.

Aquellos deseos que a Sara le resultan tan avergonzantes son producto de sus enormes ansias de libertad, por sentir como un lastre cualesquier atadura que merme su afán de conocimiento, que la limite por ser mujer, que interrumpa su constante reflexión acerca de Dios y lo espiritual… “(…) había llegado a la conclusión de que si había una certeza en el misterio de la vida, era Dios. Sin embargo no podía tener fe. Y, aunque en forma de ausencia, no podía encontrar ningún otro ser en mi interior más que Él”. (p. 135)

Búsqueda que la hará abandonar a Miguel, su novio, y abandonar el hogar para ejercer como médica en labores altruistas, pese a la oposición de sus padres y de su hermano mayor, Rafa, quien no tuvo el valor de negarse al destino que éstos le impusieron.

Duelo de noche: una conmovedora reflexión sobre la muerte, la cual, según la autora, “es el último resumidero, donde todas las emociones, las mejores y las peores, se mezclan y se purgan”.

Elena Méndez

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María Antonieta Mendívil,

Duelo de noche,

Col. Narrativa,

Editorial Almuzara,

España, 2006,

160 pp.
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