LA AGONÍA DEL CAIMÁN (O DE CÓMO SE DERRUMBÓ LA FE EN UN IDEAL: LA REVOLUCIÓN CUBANA)*

1ro. de enero de 1959.- La Revolución triunfa en Cuba, tras el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista.
2009.- Hay gran expectación en la Isla (y en toda América Latina) por la delicada salud del Comandante Fidel Castro, quien ha debido delegar el poder en su hermano Raúl, compañero inseparable en su lucha por liberar al pueblo caribeño.
Ese pueblo caribeño que asoma a nuestra imaginación oloroso a caña de azúcar y con bellas mulatas sandungueras, surgiendo del mar cual Venus tropicales.
Leónidas Alfaro Bedolla en su novela La agonía del Caimán, aborda el inminente cataclismo que amenaza a Cuba tras 50 años de una Revolución cuya credibilidad se ha desgastado por las profundas contradicciones que encierra: un país con grandes avances científicos, pero sin medicinas; unos ciudadanos preparados, pero cuyas remuneraciones irrisorias no cubren siquiera sus necesidades básicas; una patria pretendidamente atea –siguiendo los preceptos marxistas- pero que endiosa a sus grandes caudillos: Camilo Cienfuegos; Ernesto Che Guevara, el de la clara, entrañable transparencia 2; y el sempiterno Papá Fidel, por cuyas barbas juran sus súbditos.
Maura Leyva, protagonista de esta novela y nieta del legendario Caimán –quien combatiera tenazmente junto al Comandante, destacando su arrojo en Sierra Maestra- se halla desencantada del patriarcado que la asfixia, no sólo en el ámbito familiar, sino también, huelga decirlo, en el régimen gobernante.
Desesperada, se involucra en una red de prostitución y espionaje, como lo han hecho dos amigas suyas, Celia y Mayté, cuyos respectivos amantes trabajan para don Gerardo Gutiérrez de la Mora, afamado empresario culiacanense, a quien seduce.
Don Gerardo concibe un plan para endeudar todavía más a sus clientes isleños. Un plan aparentemente descabellado: emprender una campaña para pintar toda Cuba, alegando el entusiasmo que esto produciría en sus habitantes.
Idea que expone ante El Caimán, hombre decrépito aunque lúcido, quien lo contraataca de manera sagaz, planteándole que solicite mediante la vox populi, vox Dei, la Ley de Suicidio Voluntario Obligatorio.
Dicha Ley no sería sino una variación de la pena de muerte, necesaria en nuestro país, según El Caimán, dados los altos índices de delincuencia; en particular, la causada por el narcotráfico, asunto de Seguridad Nacional.
No obstante su afán de medrar y sus deberes con el sistema –que ha enviado vigilar al empresario y sus empleados-, Maura demostrará lealtad a su nuevo amigo, cuya situación se vuelve cada vez más complicada, hasta llegar al final abierto, vertiginoso, estremecedor…
Leónidas Alfaro Bedolla demuestra su pericia narrativa no sólo al hacer una investigación seria sobre el contexto histórico en que ubica la trama, sino también al traernos personajes llenos de matices: jineteras cínicas pero capaces de sentir compasión por el otro; industriales cegados por la lujuria; médicos ansiosos por ganar bien, pero frustrados ante el dolor de sus pacientes; católicos que a escondidas profesan su culto…
La agonía del Caimán, entonces, es el delirante testimonio de cómo se derrumbó la fe en un ideal: la Revolución Cubana.

Elena Méndez

*Leónidas Alfaro Bedolla,

La agonía del Caimán,

Godesca Editorial,

México, 2008,

259 pp.


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NOTA:

1 “Hasta siempre, Comandante”, canción de Carlos Puebla.
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*Texto de presentación de la novela La agonía del Caimán, leído durante la clausura de los festejos por el Día Internacional del Libro y los Derechos de Autor el 24 de abril de 2009 en Casa Achoy, Culiacán, Sinaloa.

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