DESOLACIÓN ANTE UN ENTORNO HOSTIL: BUENOS DÍAS, CAMARADAS, DE ONDJAKI

En Buenos días, camaradas (Almadía, 2008), la más reciente novela de Ondjaki (Luanda, 1977), encontramos el relato de los últimos sucesos de la guerra civil de Angola, a principios de los noventa. La historia es contada por voz de un niño (cuyo nombre nunca es revelado), precoz y cándido a la vez, quien refiere su visión acerca de una Angola desahuciada bajo el mando de José Antonio dos Santos.
La voz del protagonista es precoz porque revela una conciencia política en contra de la represión civil, y se muestra curioso acerca del gobierno que rige su país, ya independizado de Portugal. Baste mencionar el diálogo que sostiene con su camarada Antonio al respecto:
-Pero Antonio… ¿No crees que cada quién debe mandar en su país? ¿Qué es lo que estaban haciendo aquí los portugueses?
-¡Claro, niño!, pero en aquel tiempo la ciudad era más limpia… tenía de todo, no faltaba nada (…) había siempre pan en la tienda, niño. Los machimbombos funcionaban…
-(…) Los que mandaban en el país no eran angoleños, eran portugueses… y eso no puede ser… (pp. 14-15).
Una de las constantes de Buenos días, camaradas es la presencia de sucesivas y amargas despedidas. Despedidas que se interpretan como presagio de que empeorará tanto el ánimo del protagonista como su entorno. No es casual, entonces, la presencia de epígrafes donde aparece la palabra saudade (añoranza, en portugués). El Niño cita una tierna plática con su compañera Romina, Ro (de quien está enamorado, sospechamos, por su constante cercanía), donde deplora la inminente separación de su grupo escolar. Dice a Ro:
(…) Este grupo, aunque salgan o entren personas, es “nuestro” grupo, sabes de qué hablo… y ese grupo se está acabando, ¿no sientes eso? (p. 97).
Más tarde, cuando su tía Dada, con quien sostiene lúcidas conversaciones sobre los abusos del régimen, precisa volver a casa, reitera: “Las despedidas no me gustan nada” (p. 113).
Posteriormente, en casa de Romina organizan una merienda previa al fin de cursos, donde puede respirarse “aquel olor a despedida” (p. 114), mismo que se acentúa, ya que Bruno, su condiscípulo, se marchará a Portugal, y los maestros cubanos regresarán a su país, tras apoyar a sus compatriotas en la lucha contra el apartheid, consistente en la segregación racial de los blancos hacia los negros, negándosele a estos los más elementales derechos, como utilizar el transporte público, por ejemplo.
El camarada Ángel informa a sus pupilos sobre la situación, ensalzando el espíritu revolucionario que éstos han desarrollado, del cual carecen en realidad tanto él como sus amigos: “(…) A mí ni siquiera me gustaba levantarme temprano y casi todos copiaban en los exámenes… (…)” (p. 116). Reflexión que trasluce el desencanto hacia la ideología comunista, donde se habían puesto tantas esperanzas.
Al terminar la arenga, el Niño confiesa haber pensado –no sin ironía- en brindar por todos aquellos adioses, porque mejoren las circunstancias de los camaradas maestros, que viven hambrientos y careciendo, incluso, de lo más indispensable. Ya al final del curso, los alumnos aprovechan para divertirse haciendo graffities alusivos a la violencia tan cotidiana que permea su sociedad: “Aquello de dibujar la guerra y las armas era normal porque todo mundo ya las había visto y algunos incluso habían disparado pistolas, lo cual generaba grandes conversaciones sobre temas candentes a la hora del recreo”. (pp. 136-137). Escuchar en la radio que se abandonará el sistema monopartidista despierta suspicacias en el Niño: “¿Pero cómo van a hacer elecciones si en Angola sólo hay un partido y un presidente?” (p. 142). Presidente que hostiga a los pobladores para que lo reverencien, como todo dictador lo hace, como en sus fugaces e inesperadas apariciones públicas.
Dicha pregunta quedará en el aire, causándole una gran pena.
Ondjaki en Buenos días, camaradas, no obstante lo escabroso de los temas abordados, brinda al lector una lectura refrescante, con una perspectiva muy propia de los narradores nacidos, como él, en los setenta: la desolación ante un entorno hostil y el desencanto provocado por la pérdida de ideales.
Elena Méndez
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Ondjaki, Buenos días, camaradas
(Título original: Bom dia camaradas),
Traducción: Ana M. García Iglesias,
Colección Mar Abierto,
Editorial Almadía,
Oaxaca, 2008,
143 pp.

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