La Ivana te dijo: léeme El Principito. Se lo leíste. Se murió el Principito, víctima de una mordedura de serpiente. Lloraste. Lloró. Qué mala la serpiente. No, niña, era la única manera de que regresara a su planeta, explicaste.
Al día siguiente todavía lloraba, al recordar semejante maldad.
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Antoine de Saint Exupéry era un duende; de esos que nacen una vez cada mil años.
Volví a llorar...
no lo dijo acaso èl mismo?