Blas Nayar me confesó que no le había gustado Asesinato en una lavandería china, de Juan José Rodríguez. Pésima, dijo. Le respondí que lo único rescatable eran las escenas eróticas. Y que el inicio era plagio del de Pedro Páramo. Y Blas, que había proseguido la lectura en busca de algo interesante. Mas no hubo tal. Y pensó: Nada más falta que salgan vampiros. Y salieron.
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