HAY AUSENCIAS QUE...¿TRIUNFAN?

El verano pasado anduve por la Ciudad de México, ávida de museos (que no se distinguen por su abundancia ni su calidad en mi ciudad natal).
Acudí primero al Museo Nacional de Arte (MUNAL), que había conocido 3 años atrás. En aquella época había visto un retrato del genial poeta mexicano Xavier Villaurrutia, a quien no había leído. En esta segunda visita, ya conocía toda su obra; más aún, podía nombrarlo como uno de mis escritores favoritos. Busqué ansiosa por las salas del recinto. Al no encontrarlo, pregunté a uno de los encargados, quien portaba un catálogo del acervo en sus manos. Me informó que dicha pintura se encontraba en bodega, ante mi enorme desazón.

En el Franz Mayer faltaban pinturas virreinales. En su lugar (¡oh, curioso método para paliar ausencias!) los ingeniosos empleados colocaban fotocopias de las mismas, donde mencionaban sus datos y la localización temporal de aquellas.

En la Casa Azul de Frida Kahlo me sentí sumamente estafada. En mi primera visita había contemplado, absorta, el diario de la atormentada pintora. Ahora, un facsímil.
Salvo algunas remodelaciones y exhibición de piezas nuevas, como los corsets de Frida, que ella misma decoraba (pero, sobre todo, objetos domésticos artesanales), no encontré cambios sustanciales.
Azorada, pregunté a una empleada sobre el diario original. La muy bestia no supo decirme, y luego la oí quejarse con una compañera sobre mi pregunta. Mas pronto habría de enterarme del fatal destino del diario.

Cuando fui al Museo de Arte Moderno, lo hice alentada por el retrato del gran poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, de José Clemente Orozco -Arreola se expresaría de la obra pictórica del segundo como de 'pinceles violentos'-.
En internet, supe que en él también albergaban obra de Leonora Carrington y Remedios Varo, ilustres representantes del surrealismo mexicano. Más motivos para conocerlo.
Ya en él, terrible desengaño: sólo la mitad del museo podía ser recorrido. Lo que alcancé a ver me gustó (salvo cierta exposición que constituía una tomada de pelo).
De nuevo, el desconcierto: Había visto días antes el cuadro de "Las dos Fridas" y ahora volvía a verlo, en mayor formato. Estoy alucinando, pensé. Mas éste era el auténtico, según afirmó una de las trabajadoras. "Se distingue por la firma", explicó.
Asimismo, me reveló que en la mayoría de los museos de la Ciudad se oponen a las políticas privatizadoras de Sari Bermúdez (presidenta de CONACULTA) y con las que Luis Martín Lozano, director del citado museo, parece estar muy de acuerdo, ya que mantiene funcionando el museo con sólo la mitad de las salas disponibles, pero cobra como si fuese el recorrido completo.
Al entrar a la tienda, platiqué con los empleados, externándoles mi molestia al no haber encontrado las mencionadas obras. También referí mi horror al encontrar el facsímil en vez del diario original de Frida, en la Casa Azul. Uno de los empleados me dijo que el original estaba resguardado porque 'alguien' osó arrancar tres páginas del mismo. ¿Y quién sino los encargados? pensé, ya que tanto una como otra versión se conservan en vitrina.

Cuando una obra no está disponible al público generalmente es porque está en bodega, en restauración o en préstamo, lo cual, si bien es molesto, resulta entendible. Lo inexplicable es que se destruyan por quienes
supuestamente las resguardan, como en la Casa Azul.
Inexplicable, también, es que se cobren cantidades injustas, dadas las
limitaciones temporales que implica una remodelación, como en el Museo de Arte Moderno.

Otras ausencias deplorables son las que encontré en el Museo del Carmen, en su tiempo convento de los carmelitas. Además de una deficiente iluminación del sitio y de su aspecto de cueva, la mayoría de las obras carece de su respectiva ficha: ello impide una comprensión cabal de lo expuesto. No obstante, es caro para el visitante, quien sólo puede tomar fotografías en el exterior.

Carencia también me resulta -como señalo arriba- que no se permita tomar fotografías, aunque uno le quitase el flash a la cámara. Esta disposición lleva el fin de proteger las obras de posibles deterioros, o bien, de lucro (que se utilicen las fotografías para hacer copias de las obras, u objetos donde se las represente).
Museos donde esto ocurre: Casa Azul, Palacio de la Cultura Banamex, Dolores Olmedo,
Anahuacalli, Nacional de Historia y el ya citado.

Sin embargo, lo que me parece el colmo es que ni siquiera dejen tomar apuntes, como en el penúltimo (video sí permiten, lo que considero incongruente).

Lamentable, insisto, es no tener un testimonio fotográfico del retrato póstumo de Sor Juana Inés de la Cruz, por Miguel Cabrera.
Frente a sor Juana, caí de rodillas, llorando, recitando en voz baja su bellísimo soneto 'Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba' (mi llanto, quizá, fue también de indignación por todo lo que quise ver y no vi).

Comentários

pleyis disse…
Solo alguien que sabe tanto como tú se da cuenta del deterioro, de las ausencias, del mal estado de una exposición, yo puedo entender la mala iluminación, lo claustrofóbico que pueden llegar a ser y el deterioro arquitectónico de los lugares.
Aunque mi padre es lo que es, no puedo decirte que faltan cosas o que no son verdaderas las pinturas o los objetos que exponen... me falta aprender mucho.
-------------------------------
Gracias por las fotografías! =D y la imagen que me mandaste la tengo como fondo de escritorio, se ve hermoso, gracias
Elena Méndez disse…
gracias, pleia, después de estas andanzas me percato de todo lo que me falta por aprender...

estoy contenta de que te han gustado mis envíos, mi niña.

besos, elena