MENINA NO ES NOMBRE DE MUJER

Para Elena Méndez

Me fui de casa a una hora en la que ya no quería nada del mundo. Las horas marcadas por el reloj se volvieron imparables. No pude seguir esperando. Hubiera sido fácil que dijeras: Ya no te amo y no somos uno para el otro. Dejé tu casa. Las calles estaban vacías y las transité con pena, odio y tristeza. Después de llorar me quedé dormido en un jardín.
Al día siguiente pensé que era buen día para olvidarme de ti. Pero cualquier calle tenía tu rostro, tus bromas, tus irresponsabilidades. Si hubieras regresado esa noche a casa nunca te hubiera seguido cuando coincidimos a la salida de la farmacia, en el momento en que de tu bolso se escabulló una fotografía para caer en el piso. La tomé sin avisarte. Tú ya ibas tres o cinco metros adelante. La volteé para revisarla; "Menina", decía en la contra-cara de la foto. Quedé congelado en medio de la acera hasta que un transeúnte chocó contra mi hombro y me hizo volver en mí.
Te seguí. Cruzaste alrededores que me fueron desconocidos y charlaste con personas que encendieron mis celos. En el supermercado te perdiste entre la gente; tú sabes, le tengo miedo a las multitudes, a la acumulación de masas en lugares tan pequeños. Prefiero quedarme solo que desafiarlas metiéndome entre ellas.
Minutos después, al abrirse las puertas electrónicas del supermercado, salió un hombre de saco negro y cabello largo, cubría su rostro del sol con unos lentes oscuros. Al pasar junto a mí se le cayeron unos papeles de su bolso. Me apresuré para dárselos, pero corrió en el momento. En ellos descubrí otra foto tuya, tu rostro, papeles y tu nombre.
Seguí al sujeto. Al percibir que lo perseguía se metió a un callejón oscuro, dio tres chiflidos. Segundos después, de unas puertas decoradas a la grafitti, salieron tres hombres, robustos, briosos, con cadenas en cada mano y tubos metálicos para darme una golpiza. Corrí por la siguiente calle y doble en la avenida lateral. Tomé un taxi que me llevó a la casa donde vive mi amigo Charles.
Charles me recibió con un abrazo y su cámara filmadora, me dijo échale un ojo sin despegarte. Tenía filmado a una mujer cogiendo con él. Me causó risa. La joven era alta, de piernas delgadas, Charles es pequeño. Al soltar una carcajada me arrebató su filmadora. En la tele se verá mejor, dijo. Al entrar en su casa nos recibió todo el equipo de filmación; preparaban su dormitorio con luces neón y pieles atigradas y trajes sadomasoquistas y muñecas inflables. Tenían cámaras en distintos ángulos, como en la residencia Playboy.
Ven, ven, indicó Charles. Siéntate en este sillón, de aquí se ve mejor, deja te muestro la más buena de mis grabaciones. Esta chica es única. Tomamos asiento mientras entraban algunas mujeres a la habitación donde editaban las películas para hacerse el casting. El televisor trasmitió ondas que trataban de codificar una imagen, estática, distorsiones, colores mal matizados, después se escuchó la delgada voz de Charles: No me la vayas a morder, despacito y con los labios, despacito y con la lengua, despacito y con la lengua por delante. Por último gemidos de una chica y la música de Barry White. Le pregunté si eso era la filmación. Espera, no te me apresures que es de las buenas y se tarda.
La maldita película no se vio nunca. El grupo de filmación se enfadó. Le preguntaron por qué no había filmado a esa chica, en verdad el rodaje hubiera tenido buen costo en la industria francesa, en la venta por Internet. Charles es un hombre, además de bien parecido, locuaz; convence a la gente en lo que menos se espera, pero aquí no estaba funcionando su capacidad de locutor. Todos lo agredieron y lo amenazaron: Si no consigues de nuevo a esa mujer olvídate de la vida de porno-star. Charles levantó su camisa con agresividad; su cuerpo tenía una gran lista de nombres y direcciones tatuadas, eran nombres de mujeres a las que había filmado cogiendo. Nos acercamos. Entre los nombres tatuados estaba el tuyo, Menina. Leí con la misma exactitud las curvas y rectas que formaban ese nombre, "Menina". El coraje me destrozó. Sentí que me filmaban desnudo junto a una gorda vestida de Shrek, posando para alguna revista amateur.
Quítate, Charles, le dije, hazte a un lado, déjame pasar, ya me voy. Los chicos del equipo de filmación trataron de detenerme, el actor me siguió hasta la puerta. ¿Qué pasa? Si es porque no grabé en cuclillas a Menina no fue culpa mía, el maldito Night Shoot no jaló, ése no es mi error y tú lo sabes. Si quieres la consigo para que la conozcas. Le pregunté a Charles por Menina. Respondió que las políticas del cine-garage tenían como regla principal no revelar la identidad de los actores o actrices. Si me urgía saber sobre ella debía pedirlo por escrito en la oficina de quejas y agradecimientos, situada en el segundo piso de su casa. Lo tomé del cuello. O me dices o te olvidas de tu bonito rostro. Suéltame, ¿qué no somos amigos? Luego le apreté el pescuezo. Suéltame que mi hogo, que me juéltes, que me juéltes, que mihogo. Al bajarlo se acomodó su camisita, enderezó su cuello, dijo que sería difícil dar contigo, ya no eras la misma. Lo volví a maltratar. Espérame, está bien, está bien, pero no me zarandees.
Charles no supo explicarme del todo la dirección. Salí corriendo. En cada paso que di le pregunté a la gente por el domicilio, pero nadie sabía exactamente. Al entrar a una tienda le enseñé al abarrotero la foto; se carcajeó hasta que lo callé con un madrazo en el hocico. Desenfundó una K 45 del mostrador, me apuntó amenazando con que si me volvía a ver por su tienda me tronaría el culo. Con el coraje en los puños me dispuse a correr y sin darme cuenta ya estaba afuera de unos viejos departamentos. Respiré hondo, con la vista a toda vigilia para que no diera conmigo el matón de la tienda.
Mientras acomodaba mi camisa y me limpiaba el sudor de la frente, vi a una tipa pelirroja subir a los departamentos; era idéntica a ti, de piernas delgadas y nariz respingada. Al verme corrió y la seguí. Las escaleras por donde subía la pelirroja eran muy angostas; apenas pude correr. En el último de los pisos perdí su rastro. Tenso seguí, el enojo quemaba mi estómago, el sudor se aglutinaba a mi ropa. Caminé por los pisos de abajo, planta alta y baja, alta y baja, departamento 12, pasillo diez, departamento 24, pasillo veinte, piso de en medio, pasillo treinta, más escaleras y escaleras. Una canción de Barry White, la misma melodía que escuché en el porno-garage de Charles. Fui a ver dónde provenía la voz melosa.

Departamento 39. Me pegué a la puerta, se escuchaba la música; la madera áspera raspó mi rostro. Abrieron. Por el espacio entreabierto descubrí que era el tipo de saco negro y cabello largo. Aplicó fuerza para no dejarme entrar. Luchamos. Tumbé la puerta y a mi agresor. Pregunté por ti, tiré gritos, empuñé las manos, quise golpearlo, pero me pidió perdón y que lo escuchara. Lo más seguro era que tú, Menina, salieras desnuda con una toalla enrollada en el cabello, con el sexo descubierto, con las uñas por delante, como fiera a defenderlo. Las sorpresas ya me daban igual. Vi algo familiar en su rostro y levanté al sujeto del brazo. Te juro, Menina, es lo peor que me ha pasado, te juro que yo te quería como eras. Eso del porno-garage se hubiera arreglado hablándolo.
La excusa la dijo llorando. Acerqué mi rostro al suyo porque no logré entenderle nada. El coraje suspendió la circulación de mi sangre. Alcé su cabeza y de ella se desprendió una máscara de látex que daba una fisonomía masculina. Al quitársela te vi fijamente, supe que eras tú, me habías fallado, supe que ya no eras Menina y lo peor, ya nunca estarías conmigo, a horas queriendo saber de ti, a horas pronunciando tu nombre.
Joel Flores

Comentários

CHANY disse…
que hermoso cuento... snif
final muy intrigante y desbaratador.
Saludos hermosa pequeña

(ya nunca insultaré mas, ni me defendere con el escudo de que es de cariño ni de compas. He aprendido mucho anoche, y he crecido en unas cuantas horas. Estoy muy feliz, y me siento muy feliz de tenerte como amiga. Me siento tan feliz que no se ni porque me siento tan feliz, pero lo siento. Bueno, mi querido diario que contesta. Solo queria compartir este momento de felicidad contigo. :)
Te quiero mucho Elena)
Elena Méndez disse…
gracias, chany. eres uno de los regalos más bellos que me ha dado zacatecas...
hay hay hay, que amiguitas, una se cuenta todo y la otra la escucha, jejeje, órale morritas, que se me hace, que se me hace, mucho amor mucho amor, esto ya me huele a tortilla quemada. jejeje no se crean, me da gusto que sigan en contacto. Ya saben que las quiero y espero que algún día los tres salgamos juntos de nueva cuenta
Elena Méndez disse…
claro que sí, joel, urge brindis con pacífico, los tres juntos contemplando el atardecer desde la bufa, celebrar el primer libro tuyo o mío o la primera exposición fotográfica de sandra... ojalá la vida nos lo conceda...