ENTRE CACHACOS, DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ



El 31 de diciembre del 2005 terminé de leer Entre cachacos*. Obra periodística 2, 1954-1955, de Gabriel García Márquez (con recopilación y prólogo de Jacques Gilard).
Un día fui a Wal-Mart con el Beto y la Ivana, y descubrí numerosos ejemplares en oferta: 60 pesos, cuando en realidad vale casi 200. El Beto, compadecido ante mi voracidad literaria, me lo obsequió.

Leer tan monumental obra me llevó más de un año. Confieso mi pereza ante libros tan extensos (considero obsoleta la práctica de redactar semejantes mamotretos; ello era propio del siglo XIX, cuando no había más diversiones y escaseaban los medios de comunicación); sólo Sor Juana, Villaurrutia y Cortázar (por ejemplo), me han merecido tal esfuerzo.

Este libro recopila, en 829 páginas, la labor periodística de un año en el diario El espectador de Bogotá. La mayoría de las notas versan sobre crítica cinematográfica. En ellas hace gala de su erudición respecto al tema; acusa la mediocridad que abunda en gran parte de las cintas y aplaude los aciertos de las mismas.

Otro apartado relevante es "El Espectador visita a los municipios". En él denuncia el burocratismo, la miseria, la ignorancia, el fanatismo del pueblo colombiano. Y lo hace con gracia, con ironía, con enorme compasión. Con un profundo sentido de lo humano.
García Márquez, ya desde entonces, se erige como un 'narrador de lo insólito cotidiano' (como llamarían a Julio Cortázar en una entrevista televisiva). Baste mencionar notas como "Navidad en febrero":

Mientras sigan llegando tarjetas no es posible admitir que ha pasado la Navidad. Para la mayoría, tal vez para la casi totalidad de los cristianos, la Navidad es una fecha con su ambiente y su ángel. Pero para alguien debe ser el recibo de una tarjeta franqueada en una remota oficina de correos de ultramar y para quien piense y sienta de ese modo la Navidad no habrá terminado mientras haya tarjetas atrasadas.
Ayer -jueves 3 de febrero- llegó una tarjeta de Australia. En ella se desean al destinatario unas 'felices pascuas'que ya fueron y que acaso también fueron felices, pero con una felicidad que de ninguna manera puede atribuirse a los deseos de su grato y remoto corresponsal australiano. Pero lo tremendo no es eso. Lo tremendo es que acaso no fue feliz la Navidad del destinatario, porque le hizo falta saber que además de quienes lo desearon en Holanda, en Egipto o en el Brasil, alguien había que lo deseaba también en Australia.
Desde ese ángulo, una tarjeta retrasada puede ser el origen de una catástrofe. Cuántas cosas ahora irremediables habrán ocurrido, mientras esa tarjeta conducía, en su negligente andadura de tortuga, un mensaje que en la generalidad de sus casos suele ser considerado como convencional y rutinario, pero que por lo menos en una ocasión no lo es. Y no porque venga de Australia, encomendada a esa cosa sin color, sin olor ni temperatura que es el correo internacional, que al parecer sabe cuándo comienza, pero ignora en absoluto cuándo termina la Navidad (pp.780-781).


Dos reportajes maravillosos por conmovedores e increíbles: el del ciclista
Ramón Hoyos y el del marino Luis Alejandro Velasco (que daría origen a Relato de un náufrago**). El testimonio de este último me parece de un inconfundible sabor garciamarquiano; quizá por eso la historia le fascinó tanto que terminó apropiándosela.

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El Gabo estaba predestinado a ser alguien importante en mi vida. En mi casa conservamos una foto donde aparece mi padre biológico a un lado suyo. ¿Quién es él? Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura. Ahí aparecía sonriente, con su legendaria chaqueta a cuadros.

En la secundaria leí "Un señor muy viejo con unas alas enormes" -historia descabellada, tragicómica- y "La luz es como el agua". Entonces surgió la fascinación.
Pero el romance prosperó ya en Letras, gracias al Feroz (mi maestro de Literatura Hispanoamericana), quien nos dejó leer Crónica de una muerte anunciada (donde veo la noción del destino, tópico proveniente de los griegos).
Hace ya dos años supe del Coloquio "Cortázar Revisitado: Nuevas Lecturas" en Guadalajara. Me parecía un sueño: Gabriel García Márquez, José Saramago, Carlos Fuentes, Tomás Eloy Martínez (a ellos dos los amé también gracias al Feroz) y Belisario Betancur (expresidente de Colombia) en el panel inaugural. No olvido todo lo que hicimos Abel (mi mejor amigo) y yo para poder asistir: ahorros, trámites burocráticos, movilización de influencias...
Fue un 14 de febrero mágico. Estaba parada junto a un pilar, el Paraninfo estaba rebosante. Mas no importaba. Tras casi una hora de retraso, llegaron. A mi lado estaban Abel y Manuel Tlauiztli (quien se convertiría también en un gran amigo). A éste le comenté: Qué chaparrito está el Gabo, yo pensé que era más alto. Él respondió: Es por su enfermedad (cáncer).
Comenzó una charla entre amigos, inolvidable, llena de anécdotas, de nostalgia por el Gran Cronopio (todos, salvo Saramago, lo conocieron personalmente). Fueron breves. Dulce María Zúñiga (encargada de la Cátedra Julio Cortázar) ya me había dicho que el Gabo no daría autógrafos (es muy conocida su autoproclamada aversión a la fama), pero se quedó, junto a Saramago, Tomás Eloy y Fuentes. Traté de subir al escenario, pero la vigilancia de los guardias era implacable. Desde las alturas, un Fuentes muy amable me dedicó Aura y la Muerte de Artemio Cruz; García Márquez, Cien años de soledad y Crónica de una muerte anunciada; Saramago, El evangelio según Jesucristo. Mas no cejé en el empeño. Me trepé, confiada en mi gafete de periodista y en mi encanto femenino. Una joven tan osada como yo me tomó la foto. El guardia se oponía, pero desistió al ver que abracé al Nobel por el cuello. Éste dijo, bromista: "y todavía no pagan" (por dejarse tomar la foto)... Nerviosa, lo besé antes y después de la foto; le agradecí que escribiera. Le referí que mi padre tenía una foto con él.
Iba bajando, cuando me preguntó: ¿De dónde es tu papá? De Bogotá, señor.

Luego fueron los abrazos, los besos, las fotos con Saramago y Tomás Eloy (a quien pesqué ya de salida; éste me dedicó Santa Evita y el libro colectivo Visiones cortazarianas. Historia, política y literatura hacia el fin del milenio).

Esa noche, como es natural, no dormí.

Después vendría la lectura de Cien años de soledad (no la había leído antes del autógrafo; la compré un día antes en la Gandhi), sublime; El olor de la guayaba (se lo compré al Archi en una vieja edición, sólo porque venía una foto de Mercedes, esposa de GGM ..), la entrañable entrevista que le hiciera su compadre Plinio Apuleyo Mendoza en vísperas del Nobel; Memoria de mis putas tristes (inconcebible en tiempos del Viagra)... y Entre cachacos...

Gabo: algún día devoraré tu obra completa...


*cachaco, ca. 1. adj. Col. Dicho de un joven: Elegante, servicial y caballeroso. 2. m. y f. Col. Persona bien educada. 3. m. y f. rur. P. Rico. Español de buena posición económica. 4. m. despect. Perú. Miembro del cuerpo de Policía. 5. m. despect. Perú. militar (// persona que profesa la milicia). Real Academia Española www.rae.es

**El subtítulo de esta obra es fabuloso (vean la influencia de la Edad Media y el Siglo de Oro Españoles): Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre...


Gabriel García Márquez, Entre cachacos, Obra periodística 2, 1954-1955 (con recopilación y prólogo de Jacques Gilard), Editorial Diana, México, 2003.

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