Fernando Báez (San Félix, 1947) desde pequeño
supo que sería bibliófilo, labor que realiza con infinito esmero, al punto de
estudiar un Doctorado en Ciencias de la Información y Bibliotecas. Su erudición
le ha valido ser considerado una autoridad mundial en la materia.
Entre sus publicaciones destaca Nueva historia universal de la destrucción de libros (Océano, 2013), que honra el adjetivo de
“nueva”, por los valiosos añadidos y correcciones que en ella aparecen. Por
citar algunos: capítulos o menciones sobre la destrucción de libros en China,
la biblioclastia durante las dictaduras argentina y chilena y la falla
eléctrica que provocó un grave incendio en la biblioteca Anna Amalia en 2004,
ubicada en Weimar, Alemania y declarada Patrimonio de la Humanidad por la
UNESCO en 1998.
Originalmente editado por Destino
en 2004, recibió el Premio Internacional de Ensayo Vintila Horia en España. Ha
sido traducido a 17 idiomas, entre ellos: inglés, portugués, francés, turco,
rumano, checo, coreano, griego, italiano e indonesio.
La investigación le llevó doce
años y la corrección seis más. El autor realizó un extenso periplo por tres
continentes, donde merodeó por librerías de viejo, tiendas de antigüedades y
por supuesto, imponentes bibliotecas, como la Biblioteca Nacional de España, la
British Library, de Inglaterra, la Bibliothèque de La Sorbonne, en Francia y la Biblioteca Nazionale
Universitaria en Italia, por ejemplo.
Báez ha sido considerado persona
non grata por el gobierno de los Estados Unidos, tras publicar su obra La destrucción cultural de Iraq (Octaedro/Flor del Viento, 2004).
Noam Chomsky, intelectual y
activista norteamericano, afirma sobre Nueva historia universal… que es “El mejor
libro escrito sobre el tema”. El erudito prologó la obra con que Báez fue
vetado por EU.
En este volumen, Báez no sólo
registra las más famosas pérdidas, parciales o totales, intencionales o no, de
acervos bibliográficos. Elabora hipótesis sobre el destino de obras perdidas,
aporta datos curiosos o sorprendentes: autoinquisiciones, bibliofagia, obras
malditas, utilización de los volúmenes para fines burdos…
Señala las innovaciones en cuanto
a técnicas y soportes físicos de los libros, así como sus ingeniosas formas de
conservación. Aborda el carácter sagrado de los libros –sobre todo, para
ciertas religiones, como la musulmana- y el rol trascendental que han jugado al
utilizarse a favor o en contra de determinadas ideologías. Desmitifica a figuras
como Isaac Newton, quien censuró, incurrió en plagio e incineró la obra de su
rival, el astrónomo real de Greenwich, John Flamsteed. Reivindica al rey
español Felipe II por su espléndida biblioteca de El Escorial, que el monarca
quiso fuera “la mejor del mundo” y que sufrió catastróficas bajas durante un
incendio en el siglo XVII.
Entre los términos teóricos que
Báez contribuye a popularizar, se hallan los de Biblioclastia, Biblioclausto y Memoricidio, que el autor define respectivamente como: “destrucción de libros” (p.
34), de la cual cita una clasificación hecha por Umberto Eco; “intento por
aniquilar una memoria que constituye una amenaza directa o indirecta a otra
memoria a la que se considera superior” (p.34); “la base de la destrucción de
obras (…) sus principales ideólogos están animados por un radicalismo que
pretende instaurar verdaderas guerras culturales de naturaleza política o
religiosa” (p. 33).
El autor llega a conclusiones tan
inesperadas como ésta: “mientras más culto es un pueblo o un hombre, está más dispuesto
a eliminar libros bajo la presión ritual de ciertos mitos apocalípticos (p. 37)”.
En cuanto a México, Báez dedica
pocas, pero utilísimas páginas sobre la devastación y rapiña de los códices
prehispánicos y de valiosos textos eclesiásticos en plena época juarista.
-Su obra posee un carácter exhaustivo, lo cual constituye un esfuerzo
invaluable. Sin embargo, considero que usted bien podría realizar
volúmenes sobre algún caso específico poco conocido. Pienso, por ejemplo, en la
Biblioteca de Pérgamo…
Siempre me ha llamado la atención que las dos mejores bibliotecas de la Grecia antigua no estuvieron en la península sino en la periferia como fue el caso de Alejandría y el de Pérgamo, ciertamente un tema digno de un volumen entero que explique la relación entre el estoicismo y la formación de un centro de conocimiento que llegó a tener la segunda mejor compilación de libros de la antigüedad. Recuerdo que cuando fui al Museo de Berlín y ví los restos saqueados del Altar de Pérgamo sentí vértigo al pensar en tanta historia mutilada.
-De los numerosos libros de difícil acceso que cita, ¿cuál le interesaría conseguir?
Los diálogos de Aristóteles. Traduje del griego clásico los fragmentos que quedan, y según las fuentes estaban muy bien escritos como los de su maestro Platón. El Corpus Aristotélico que hoy tenemos fue lo que sobrevivió milagrosamente y eran en su mayor parte apuntes, tratados para estudiantes de buen nivel en la filosofía. Me hubiera gustado poder leer la segunda parte de la Poética.
-¿Podría decirse que la humanidad ha ejercido sobre los libros una Inquisición o Bibliocausto permanente?
Desde hace milenios hasta el siglo XXI se ha mantenido una persecución contra los libros porque representan la libertad, la memoria, el testimonio de identidad cultural de los pueblos.
-¿Considera usted que la iniciativa de instituir el 11 de septiembre como Día Mundial de la Quema del Corán, hecha por el pastor evangélico Terry Jones en 2010, habría desatado una guerra internacional?
Claro. La islamofobia es un peligro permanente. No olvidemos que el ataque de Bengazi estuvo relacionado con una película montada como una ofensa cruel contra Mahoma. Hasta la fecha, he registrado que la quema del Pastor Terry Jones causó incidentes en Afganistán, Paquistán, Egipto, Marruecos, Irak, Palestina. La quema del Corán animó a los inquisidores en la España de la Reconquista, en la Inquisición y eso se mantiene porque a los prisioneros de Guantánamo se les tortura rompiendo páginas del Corán, quemando libros para provocarlos y como parte de la guerra psicológica que sufren.
-La exigencia de la Convención de la Haya, referente –cito- a que “un país ocupante proteja el patrimonio cultural de la nación invadida- ¿constituye hoy, a 60 años de haber sido establecida, letra muerta? Me refiero, en especial, al caso omiso que hiciera de ella el gobierno estadounidense, al atacar arteramente el patrimonio iraquí.
Sí, es una Convención que simulan aplicar todos los países y se viola sin escrúpulos. La mayor ironía es que Estados Unidos reingresó a la Unesco para detener las investigaciones sobre la destrucción cultural que causó en Irak y hoy en día ni siquiera paga la cuota que le corresponde por ser miembro debido a que fue aceptada Palestina como estado. Un mundo de contradicciones enormes. Han pasado 11 años desde la invasión a Irak y no hay un solo responsable por los saqueos y la destrucción causada.
-¿Cómo ha manejado el hecho de que se le nombrara “Persona Non Grata” por el gobierno estadounidense, tras denunciar los abusos de éste en su obra La destrucción de Iraq?
No acepto ningún imperialismo, sea el de Estados Unidos contra Irak, el de Rusia contra Ucrania, o el de China. Creo que tiene sentido ser persona non grata para gobiernos ingratos en la historia de la humanidad. Merecemos un mundo mejor, todos los días insisto en defender la memoria como vínculo de valor cultural y ya no me preocupa ningún ataque, descalificación, persecución o cárcel. El escritor tiene que entender que en el siglo XXI nuestro papel no es ser parte de la tendencia al entretenimiento banal que auspician las grandes corporaciones que destruyen el planeta sino ser activistas radicales del conocimiento, los derechos humanos y la rebelión impostergable que reclaman los jóvenes en busca de justicia y libertad.
-Le agradecería comentase sobre su colección particular, de la que aparecen algunas fotografías en el libro.
Toda mi colección procede de investigaciones y sobre todo de viajes. Hace poco publiqué un volumen en España titulado Los primeros libros de la humanidad (2013) donde relato todo lo que ha ocurrido en la ruta transahariana de los libros y eso me llevó a destinos increíbles como Tombuctú o Nigeria. Pude fotografiar códices medievales rarísimos salvados por milagro del azar de guerras y desastres naturales.
Elena Méndez
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http://www.siempre.com.mx/2014/03/fernando-baez-defender-la-memoria-escrita/
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