CONSTRUIRSE DESTRUYÉNDOSE

Nadia Villafuerte (Tuxtla Gutiérrez, 1978) es una narradora que huye del lenguaje edulcorado mediante metáforas descarnadas y tramas donde la violencia todo lo inunda con su oleaje rojizo. Caso de su primera novela, Por el lado salvaje (Ediciones B, 2011), donde Lía, su protagonista, es una adolescente lisiada que busca escapar de su entorno abúlico y mediocre tras el precoz despertar sexual, que la conduce al ansiado camino de la promiscuidad. Así, se enfrenta a la gran paradoja de construirse destruyéndose, de esclavizarse para liberarse mediante la abyección tan soñada.

De esta alegoría del envilecimiento platicamos con la autora.

-¿Por qué razón su protagonista, Lía, pretende valerse de su carencia física para convertirla en singular ventaja: un medio para ser denigrada?

No es precisamente la carencia de la mitad del brazo izquierdo lo que Lía utiliza para abrirse camino en un mundo hostil, sino su cuerpo entero. Lía convierte su cuerpo, con todo y mutilación, en campo de batalla.

Creo que al permitir a los demás que la dañen o la reeduquen, Lía está permitiéndoles sacar su lado más oscuro, más visceral: todos traemos por igual a un dictador y a un esclavo dentro.

-Los personajes de su novela se empeñan en ser transgresores (Lía se prostituye; Bardem juega con la idea del incesto; Spiderman roba; Glenda se traviste). ¿Esto se relacionaría con la obsesión que tienen todos ellos por huir?

Todos los personajes ven su vida y parecen decir: “esto es todo lo que hay”, al mismo tiempo que buscan escapar de una circunstancia que no eligieron. Tal vez comparten una misma insatisfacción: la de no estar a gusto con lo que son, la de aburrirse con ese puñado de circunstancias que los tienen con un pie en la tierra y otro en un lugar que desconocen pero al que quieren llegar.

-Las constantes referencias escatológicas ¿serían una metáfora de la abyección y decadencia que rodea y define a la protagonista?

Lía es una joven vieja. Su comenzar a andar por el mundo una vez que huye de casa la lleva a encontrarse con seres que la envilecen pero también la salvan, la transforman. Comparten los escenarios sórdidos, desesperanzados, pero también llenos de una vitalidad que los obliga a moverse.

No hay en la novela historias que no ocurran en el mundo, que puedan ser ajenas a nuestra sensibilidad y asombro: el incesto, la violencia, la soledad, la locura, la dependencia, el crimen. Lo que ocurre es que estas referencias, que alguien podría llamar escatológicas y a mí no me lo parecen, son circunstancias que los personajes enfrentan y los edifican también como seres humanos. Lía es una mujer abyecta pero también manipuladora, vital y audaz como lo pueden ser muchas mujeres que conocemos: lo que hace Lía es que no se empeña en ocultarlo.

-Resulta muy acertado su manejo de la elipsis, como cuando se omite la carta que Bardem envía a su hija Sera, de quien parece estar enamorado…

La elipsis está ahí, como en otras escenas. La reflexión acerca de la fotografía en el capítulo de “Hierba quemada” y “La caja de zapatillas”, tiene la misma intención: se trata de hacer de las imágenes, la escritura, la existencia, un mapa poroso en donde importa lo que se exhibe, pero también lo que se guarda bajo la manga.

-Las andanzas de Lía resultan casi picarescas, si bien el humor de esta obra es lúgubre y la crítica social deviene reflexión intimista, hecho paradójico si consideramos que los diversos personajes que la elaboran podrían tomarse como sicópatas (sobre todo la travesti Glenda y el fotógrafo Bardem…)

Me gusta la idea de que Lía sea un personaje picaresco: eso probaría que el personaje es umbrío pero también luminoso. No creo que haya mucho de humor en la novela: hay ligeras sacudidas sarcásticas que van a tono con el escepticismo de los personajes. Si la crítica social deviene reflexión intimista es porque no quería que ciertos temas sirvieran para hacer “un comentario social” solamente: me interesan las motivaciones humanas, ese carácter universal de los personajes, lo único que puede despertar empatía o antipatía frente el lector. ¿Los personajes parecen sicópatas? Creo que lo único que hacen es expresar sus más íntimas pulsiones: sólo están desquiciados pero ¿quién no lo ha estado en algún momento?

-¿Podría decirse que usted apuesta por una estética de lo esperpéntico?

No busco una estética de lo esperpéntico. Lo que retrato es “también” lo que hay. Yo sólo encuentro historias, y las pongo en la platea, eso sí, potenciándolas a través de un lenguaje a veces hiperrealista, a veces lírico, a veces parco: diría que soy barroca.

-¿Habría influencia de la poesía maldita dentro del lenguaje utilizado en su obra? Pienso particularmente en Rimbaud…

Hay una influencia de varios autores: Céline, Genet, Onetti, Donoso, Bolaño, Faulkner, Cormac McCarthy, Carson McCullers, e.e. cummings, Rulfo, Elena Garro, Clarice Lispector, Roberto Arlt. Me gusta la narrativa que es lírica y promiscua.

Elena Méndez

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FOTO: Cortesía

http://letrarteforca.blogspot.com/2011/11/construirse-destruyendose-entrevista.html

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